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La maldad al acecho

Todo ocurrió una oscura noche. La noche del 29 de enero de 2011, hace unas dos semanas. 

Era una noche gris, la oscuridad trataba de envolverlo todo provocando una feroz batalla contra las farolas que luchaban por iluminar el camino. La luna estaba oculta por las nubes rojas, aquellas que ciertas noches surgen para cubrir el cielo. 

Hacía frío, mucho frío, mi cuerpo expulsaba un intenso vaho cada vez que realizaba el involuntario reflejo de respirar. Llevaba guantes, gorrito y el pijama debajo de la ropa, pese a ello sufría algún que otro temblor, la piel se erizaba.

Mientras andaba por la calle me levanté un poco la manga, bajé el guante, miré el reloj y pude comprobar que eran las 23:38, un poco tarde para acabar de estudiar. No había ni un alma en las calles, todo el mundo se resguardaba en sus casas, la hora y el frío los había convencido.

Continué el camino hacia la protección de mi humilde morada. Decidí ir por el Castillo, al llegar entré por el gran arco orientado al oeste. Una vez en el amplio patio central me sorprendió ver dos mujeres de raza negra, en la puerta de salida que da al este, hacían ademán de salir pero no llevaban a cabo la acción, una llevaba una larga túnica blanca y la otra iba con vaqueros y chaqueta. La mujer de los pantalones vaqueros llamaba a la de túnica que hacía la intención pero no se atrevía a avanzar, pensé que algo pasaba y continué avanzando hacia ellas, la salida.


A llegar a su altura ya estaba más que seguro de que algo raro pasaba. La de los vaqueros se me acercó con un hola en un acento extraño, y me señaló el horizonte a través de la puerta, apreté bien mi cartera por temor a alguna treta y miré sin alcanzar a ver nada desde mi ángulo. Continué avanzando y pude comprobar que me seguían, iban pegadas a mí. Miré hacia delante con algo de incertidumbre tratando de averiguar la causa de su miedo. Entonces pude ver qué causaba su miedo, eran unos ojos rojos y brillantes a unos 20 metros,  nos miraban fijos y con deseo, era un ser marrón y muy peludo, un cuadrúpedo de baja estatura que no apartaba su mirada.

Empecé a reírme por dentro cuando entendí que mi padre había salido a sacar a mi perra Trufa, que iba suelta, y las mujeres le tenían un miedo acérrimo. Ellas no sabían nada e iban detrás de mí como protegiéndose, mi padre estaba 10 metros a la derecha hablando con el panadero, entonces continué avanzando hacia Trufa y la llamé, vino corriendo al advertir mi presencia. Las mujeres al ver que el ser se les venía encima pegaron un chillido y salieron corriendo lateralmente, como alma que persigue el demonio. Aproveché la situación y les hice ver, en la distancia, que el animal era manso, haciéndola que se sentara, me diera la patita y se tumbara, a lo que las mujeres respondieron con un sonoro oooooohhhhhh mientras seguían avanzando rápidamente, y con miedo, por la calle. Creo que les quedó la sensación de que yo era otro "Encantador de perros", Jesús el Encantador de perros 2.



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Soy un chico normal, con dos ojos y una nariz.

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