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Cuando la ESCATOLOGÍA te controla

AVISO A NAVEGANTES: Sus majestades podrán disfrutar a continuación de una entrada un poco escatológica. Al gran líder Carlos Herrera le encantaría. Cualquier parecido con la realidad NO es simple coincidencia.

Hay que ver lo que uno puede llegar a disfrutar plantando pinos en el Señor Roca que hay en su humilde morada. Es curioso como cuando más asco te da CAGAR fuera de tu casa más veces tienes apretones cuando estás lejos, y además te encuentras a bastante distancia, en sitios donde el baño es poco saludable, ¿habrá que llamar a Murphy para preguntarle las razones?


Estás en al universidad a la una de la tarde, todavía te queda hasta las siete y pico para poder volver a casa, y empiezas a notar como el mojo curioso empieza a acechar, piensas -mierda, justo hoy, el día que tengo que estar hasta bien entrada la tarde en la universidad-, esperas poder aguantar hasta llegar a casa, -tengo que aguantar la invasión del señor mojón-.

Aguantas la comida y la clase siguiente. Sales corriendo de la universidad a las seis y veinte para coger el bus de y media, si no te tocará esperar una hora. Mientras corres notas como la cosa aprieta en ese instante, te baja por el esfínter, ¡baja casi sin control!, te toca parar de repente si no será grave y notas algo raro en el culo, -mierda, ¿me he cagado?-. Avanzas algo temeroso porque no quieres llegar tarde a coger el autobús, estás un poco atemorizado por si apestarás a todos tus compañeros de viaje. Llegas a la estación y compruebas, no con sopor, que el autobús sale a en punto, mierda. Compruebas que no te has cagado, no notas lo que vienen a ser los calzoncillos manchados, como el cafe manchado, ha sido un pedo sin más, ¡Buf!, menos mal que no ha sido pedo-caca. Te sientas en los bancos verdes de la estación de autobuses, asientos de madera curvados, sentarse en un suplicio y no ayuda mucho a aguantar los apretones...Cagar en la estación de autobuses = suicidio.

El paseo en autobús parece hacer remitir los efectos de los apretones, pero conforme te vas acercando y llegando a casa notas que vuelve la presión en tu estómago, tratas de aguantar pero las ganas cada vez son más fuertes y potentes, estás a cien metros de casa ¡y no sabes si llegarás sin cagarte! ¿a qué se debe este suceso tan raro que siempre se suele dar? cuanto más te acercas a casa más aumenta la presión estomacal...es como un aura de influencia, cuanto más te acercas más incrementa el apretón.

Llegas al portal, ya no sabes que hacer, tocas el timbre y a la vez sacas las llaves, el que llegue antes se lleva la palma, abres la puerta tú antes que nadie te abra arriba, subes corriendo, lanzas sin miramientos los bártulos y sales disparado a visitar a tu GRAN Y DESEADO AMIGO el Señor Roca. Sueltas el zurullo más grande jamás visto y te quedas en la PUTA GLORIA. Que sensación más bonita...Objetivo cumplido.

Otro caso curioso es que cagas y meas hasta saciarte, te levantas para limpiarte y al instante notas que todavía puedes mear algo más, venga, volveremos a soltar la manguera, -¿dónde te habías guardado esta reservar? pequeña ladronzuela-.


Hasta aquí la aventura y tu gran amigo, ¡el Señor Roca! ¡ese gran conocido!
 

El Mercadillo Medieval

¡Qué bonito es pasear por un mercadillo medieval!

Llegas a la ciudad de celebración, ya sea Elche, Cocentaina o Candanchú, y sabes que te va a ser imposible aparcar. Siempre vas con la esperanza, te animas, ¡hoy seguro que aparco fácil! Das vueltas como una noria, ves un sitio y el maldito Jaguar que tienes delante te lo quita, ¡rico y suertudo el cabrón! Después de 20 minutos dando vueltas decides irte a aparcar a la periferia, a 15 minutos del mercadillo. Un buen paseo, y si hace frío, mucho frío, se agradece.

Un consejo es que no quedes con nadie en un determinado sitio, más todavía si no conoce bien la ciudad donde se desarrolla el mercadillo o no conoce el punto exacto. El riesgo que corres de que se pierda entre el tumulto y sea imposible encontrarlo es alto, más todavía si llegas tarde por el maldito tráfico. Te llama cansado de esperar y le dices que ahora vas, envías a la novia para que se pase por él y así puedan ir viendo el mercadillo mientras aparcas, ya los llamarás luego. Estás tranquilo porque tu amigo ya no estará esperando solo. Después de dar vueltas durante 20 minutos con el maldito tráfico y haberte tocado ir a la periferia a aparcar, la alarma del baño enciende su piloto, te entran ganas de mear, suerte que la estación de autobuses está cerca.

Llegas al baño con unas ganas horribles de mear, empuñas el manubrio y te pones a ello, ¡qué gusto! y mientras estás en el tema te suena el móvil, ¡pero que asco! con una mano la aguantas y con la otra, y sufriendo mucho, coges el móvil como puedes... En eso entra un moro que te mira con cara rara, ¿qué pasa no has visto a nadie meando y hablando por teléfono! Pones el piloto automático para apuntar, si se sale fuera y salpica...mala suerte ¡Te llama tu amigo el de antes! Lleva media hora esperando, y tú le dices que has enviado a la novia por él (el chorro cesa...), que debería estar por ahí. Le cuelgas y llamas a la novia diciéndole que el amigo está por ahí perdido esperando. Nada sale bien, al final han conseguido encontrarse.

Te reúnes con los amigos y paseas por los puestos, ves gente vendiendo turrones, chucherías- regalices, palotes, fresas gigantes, manzanas caramelizadas, etc-, lotería, promociones de viajes, juguetes electrónicos... ¿No lo sabías? Sí, la industria turronera de Jijona ya existía en el medievo, la lotería ya se vendía, los viajes en crucero también...  En esos momentos te das cuenta lo desarrollada que llegó a ser la época medieval, ¡cuánto se vendía! ¡qué gran época!

Mientras paseas ves diferentes zonas, calles amplias en las que la gente no te agobia mucho, pero también hay puntos críticos, calles en las que los puestos ocupan más de la mitad del espacio. Avanzas apretado y te ves rodeado por madres/padres con carritos que crean tapones gigantescos, en esos precisos y preciosos momentos te preguntas que les habrá llevado a esos padres de familia a meterse en tal aglomeración con su carrito de bebe que, entre los puestos, las personas, las aceras y demás inconvenientes, hacen imposible la correcta circulación ¡Los maldices como pocas personas han maldecido un carrito en su vida! Más todavía si el niño va en brazos y el carrito sin nada...¡Ocupan por ocupar!

Vas viendo la grandeza de algunos productos, como las hogazas de pan, las regalices gigantes, los embutidos demoníacos, los quesos que parecen mesas y te preguntas si a parte de estar tan desarrollado el medievo se hacían las cosas a lo grande. Al ver los precios, te das cuenta que sí, estafas como pocos han llegado a ver.

Ves gente que conoces y que deseas saludar, te acercas y hablas con ellos amablemente, pero también ves gente que no te apetece saludar, tratas de esconder el bulto para que no te vean. Es el problema de un sitio con tanta gente. Para esto sí puede servir la aglomeración.

Deseas irte a tu casa tras haber visto tantas cosas pero no haber podido comprar nada, los precios, el aparcar y las aglomeraciones tienen la culpa. El mundo medieval es muy estresante, ya estás satisfecho hasta el año que viene.

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